13/4/24

¿DE QUÉ FORMA PODEMOS ESCUCHARLO MEJOR?

De las muchas formas en que Dios puede hablarnos, ¿cuál es la mejor? “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:1-2). Esas “muchas maneras” de Dios son sus diferentes métodos de comunicación: a través de la naturaleza, de su palabra escrita (la Biblia), de su palabra viviente (Cristo), de su palabra hablada, de su providencia, respondiendo a los pedidos de nuestras oraciones, etc. 

Cuando sufrimos, lo único que a veces pedimos, como Job, es poder escuchar a Dios. Ninguno de sus amigos acertó a decirle por qué estaba sufriendo. Hacen todo lo contrario, lo castigan con prejuzgamientos tan equivocados que solo dañaron más a Job“Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino…” (Job 38:1; 40;6). Dios no había hablado desde el capítulo 2; Job esperó hasta el 38 y ahora lo hace desde un torbellino (tempestad, tormenta, viento fuerte o huracanado). Nada preparó a Job ni al creyente de hoy, para esta repentina aparición de Dios. Esta forma de revelarse también aparece en Isaías 29:6 cuando dice que la ciudad de David sería visitada por Dios “con truenos, con terremotos y con gran ruido, con torbellino y tempestad, y llama de fuego consumidor”. Sin embargo, cuando en medio de su problemática huida, que lo lleva a pedirle a Dios que le quite la vida, Elías también lo escucha a través de un “silbo apacible”: “…Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado” (1 Reyes 19:11,12). Recién allí, Dios comenzó a hablarle. Estaba solo y en un país extraño. Necesitaba una revelación poderosa de Dios a través del viento, del terremoto y del fuego, para ver su omnipotencia. Pero también necesitaba un “silbo apacible y delicado” como una suave brisa, símbolo de la relación de intimidad espiritual que esperaba del profeta, para calmar su impaciencia y demostrarle su omnipresencia (está en todos lados con él) y su omnisciencia (lo sabe todo).

Dios nunca se queda sin palabras. Siempre busca acercarse para hablarnos. Pero muchas veces estamos ocupados y otras veces estamos preocupados, generalmente distraídos o demasiado concentrados en otras voces de nuestro alrededor. Clive S. Lewis (1898-1963), famoso medievalista, apologista cristiano, ensayista y escritor británico dijo: “Dios nos susurra a través de la creación, nos habla a través de Las Escrituras y nos grita a través del sufrimiento”. Esto significa que, en muchos casos, Dios intenta decirnos cosas para nuestro bien y al no escucharlo, debe acudir a otros métodos para captar nuestra atención. Siempre somos nosotros los que provocamos la interrupción de la comunicación.

¿Cómo escuchar a Dios en medio de nuestras tempestades de la vida? Orando más, pero también mirando mejor a Cristo, prestándole más atención: Jesús no trae un mensaje más, es el mensaje; es la perfecta revelación de Dios. Por eso dijo: “Este es mi Hijo, mi escogido. ¡Escúchenlo! “(Lucas 9:35 NVI). 

                                                                                                                    Angel Magnífico

 




¿“TOCAR MADERA” O BUSCAR A DIOS?

 


Mucha gente “toca madera” para tener suerte o pretender evitar algún mal. Es una antigua superstición cuyo origen parece ser la Mesopotamia asiática desde 2000 años a.C., aunque su plena difusión nos llega desde Persia. Se creía que las vetas de la madera mostraban el genio de la vitalidad y tocarla significaba la posibilidad de invocar ese genio creativo para la vida y mejorarla. De allí, a pensar en la bendición o protección automática, hay solo un paso para llegar a la idolatría. La Biblia descarta todas las posibilidades de superstición y adoración a falsos dioses para los cristianos. Dios rechaza de plano cualquier idea al respecto: “A un trozo de madera le dicen: “Tú eres mi padre”, y a una piedra le repiten:“Tú me has dado a luz”. Me han vuelto la espalda; no quieren darme la cara. Pero les llega la desgracia y me dicen:“¡Levántate y sálvanos! ¿Dónde están, Judá, los dioses que te fabricaste?¡Tienes tantos dioses como ciudades! ¡Diles que se levanten! ¡A ver si te salvan cuando caigas en desgracia!” (Jeremías 2:27, 28). Con un claro mensaje, Dios enseñaba a la antigua Judá a no contaminarse con falsas creencias que solo atraerían desgracias sobre ellos y provocaría una separación del verdadero Dios y más sufrimiento. No puede sostenerse ningún argumento serio para confiar en un trozo de madera o de piedra. Dios mas bien dice: “Yo, yo soy el Señor, fuera de mí no hay ningún otro salvador. Yo he anunciado, salvado y proclamado; yo entre ustedes, y no un dios extraño” (Isaías 43:11).

Descartando falsos dioses y falsos cultos, Dios inspira a Pablo a decir: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:1, 2). Esto significa que debemos evaluar la inmensa misericordia de Dios para salvarnos a través de la obra de Cristo, que llegó a morir por nosotros. Él nos justificó ante Dios y ahora tenemos la posibilidad de vivir de otro modo, pendientes de su voluntad, que es “buena, agradable y perfecta”. Es decir, podemos esperar que no solo nos perdone del pecado y justifique, sino que también nos santifique y transforme. Esto lo puede hacer con nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu. Dios quiere que recuperemos su imagen en nosotros. Un culto racional es mucho más que algo externo y material; se trata de ofrecerle nuestra vida, a su conducción diaria. Es ofrecer nuestro cuerpo, mente y espíritu a nuestro Dios creador y sustentador para nos restaure de acuerdo a su voluntad. La transformación prometida por Dios es una verdadera metamorfosis en la vida humana. No tiene cabida alguna, la adoración falsa o supersticiosa. Se basa en una relación con una persona que solo tiene amor para con nosotros y quiere evitarnos los sufrimientos que nos puede ocasionar cualquier falso culto o idea de poder extraña. Solo Dios nos dará una nueva capacidad de discernimiento y conocimiento espiritual y nos capacitará para conocer su voluntad y andar en sus caminos. No puede haber otra persona o cosa más valiosa que ocupe el primer lugar en nuestra vida. Solo Dios nos puede ayudar efectivamente.


                                                                                                                                   Angel Magnífico

6/4/24

¿POR QUÉ DIOS PUEDE CONVERTIR LA MALDICION EN BENDICIÓN?


Una coalición de amonitas y moabitas (pueblos enemigos de Dios) contratan al profeta Balaam para maldecir a los israelitas. Cuando el profeta quiere maldecir, no puede hacerlo porque en su lugar, el Señor coloca palabras de bendición (Números 22-24). Algo similar ocurre con José (Génesis 39:1-3), con Mardoqueo y los judíos (Ester 6-10), con Daniel y sus compañeros (Daniel 3:16-30; 6:1-2). Una bendición es una ventaja o beneficio otorgado gratuitamente por Dios en muestra de su afecto y buena disposición hacia nosotros. Una maldición es lo contrario: es desear algo malo que favorezca el fracaso del maldecido, no es un hechizo sino un intento de lograr algo malo en nuestros propios términos y ese egoísmo es contrario a Dios. Una enemistad manifiesta contra el pueblo de Dios, termina por convertirse en una enemistad contra Dios.

Dios instó a su pueblo a seguir confiando siempre, a pesar del sufrimiento que habría por delante porque marca una diferencia en creer en Él y no creer. Los creyentes tendrán a su favor, los recuerdos de los cuidados y las bendiciones anteriores de Dios, que los alentarán a seguir adelante (si nos cuidó antes, ¿por qué no lo haría en este momento?). Pero además les señala claramente su grandeza y su poder, que será una protección para ellos y objeto de temor y derrota para sus enemigos. Deuteronomio 23:5 dice: “…Jehová tu Dios te convirtió la maldición en bendición, porque Jehová tu Dios te amaba”. Solo Dios sabe lo necesario para actuar cómo nos conviene y nos ama lo suficiente como para hacer cumplir sus planes en nosotros. Su plan incluye todo lo malo y todo lo bueno que nos pasa. Lo malo, generalmente proviene de otras fuentes: de nosotros mismos, de las consecuencias de nuestros errores, de los demás, del mal que existe a nuestro alrededor, de la acción de Satanás que procura contagiar su maldad y en ocasiones, de algún plan de Dios especialmente preparado para nosotros porque de otro modo no veríamos lo que quiere mostrarnos. Todo está controlado por Él para nuestra edificación personal. No podemos permitir que el sufrimiento nos bloquee o nos lleve por un mal camino.

¿Qué hacer cuándo sentimos que tenemos más maldiciones que bendiciones? 1) En primer lugar buscar a Dios (las personas encontramos a Dios en la Biblia y en la oración y cuando lo buscamos en el medio del sufrimiento, le llevamos nuestras preguntas y cuestionamientos). 2) Orar con fe (muchas veces pedimos cosas que desde nuestra perspectiva humana son lo que necesitamos, aunque en realidad sólo son las que deseamos; Dios distingue la diferencia porque sabe más nosotros que nosotros mismos). 3) Trabajar por otros nos puede ayudar y estimular nuestra compasión (el sufrimiento nos ciega tanto que nos hace egoístas y centra toda nuestra atención en nosotros y a veces una perspectiva más amplia, nos dará nuevos ánimos y renovará nuestra fe). 4) Desarrollar un sentido crítico y distinguir la fugacidad del pesar humano comparado con la felicidad prometida por Dios (todos nuestros sufrimientos pasarán, pero la eternidad deparará mejores realidades). 5) Combatir el mal nos enseñará a fortalecer el amor (esto significa resistir como soldados de Dios, sabiendo que Él es nuestro capitán). Es sabido que sin montañas que escalar, no hay valles ni cimas para disfrutar. Dios nos promete en 1 Corintios 2:9: “…Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.


                                                                                                                        Angel Magnífico

30/3/24

¿CÓMO SABE CRISTO QUÉ SE SIENTE?

 

¿Cómo sabe Cristo? ¿Cómo sabe qué se siente durante un sufrimiento, prueba o problema grave? Sabe porque sufrió. Cristo sufrió la persecución junto a sus padres terrenales al ocultarse de la persecución de Herodes, la hipocresía de los falsos religiosos de su época, las tentaciones permanentes de Satanás, la injusta muerte de Juan el Bautista, la traición de Judas, la negación de Pedro, el reclamo de Tomás, la incomprensión del pueblo y en muchos otros episodios de su vida. Sin embargo, siempre fue fiel a Dios. Esto lo transforma en nuestra conexión perfecta con Él. Cristo es el puente ideal para llegar con nuestra humanidad a la divinidad en búsqueda de mejorar nuestra relación con él, “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Él sufrió cuando tomó la naturaleza humana y se encarnó para reemplazarnos en la cruz y recibir lo que nosotros merecíamos por nuestros pecados. Los cargó por nosotros y asumió todas las consecuencias, pero sin pecar. Uno de los propósitos de su humanidad era el de acercarse para comprendernos y experimentar las mismas debilidades y los mismos problemas que todos nosotros enfrentamos a diario. Vivió en el cielo y en la tierra, por eso, podemos seguir confiando plenamente en él. Esto significa que Cristo puede compadecerse plenamente de todos nosotros, porque simpatiza, sufre o padece con nosotros. Jesús entiende nuestras luchas y sufrimientos.

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8). Luego de la caída de Adán, esta fue la primera victoria sobre la tendencia que todos tenemos hacia el pecado. A causa de esa victoria, nosotros también podemos buscar la misma dependencia de Dios que le sirvió a Cristo y transformar nuestra lucha diaria, también en una victoria.

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16). Dios nos ofrece gratuitamente su gracia. Su trono no tiene la inaccesibilidad de las monarquías históricas que conocemos por los libros o las noticias. Tenemos un libre acceso a su persona a través de la oración, en todo momento y desde todo lugar. Nos ofrece la mejor conexión con Dios. No hay que comprar ninguna salvación ni visa especial; no hay que cumplir ningún ritual fanático o liberal. Por eso su socorro siempre será oportuno, especialmente para esos momentos malos que a todos nos toca sufrir. “El diablo le puso a Jesús las mismas trampas que nos pone a nosotros para hacernos pecar, sólo que Jesús nunca pecó. Por eso, él puede entender que nos resulta difícil obedecer a Dios. Así que, cuando tengamos alguna necesidad, acerquémonos con confianza al trono de Dios. Él nos ayudará, porque es bueno y nos ama” (Hebreos 4:15, 16, TLA).

                                                                                                        Angel Magnífico

23/3/24

¿POR QUÉ TUVE QUE NACER SI VIVO SÓLO PARA SUFRIR?

 

El profeta Jeremías sufrió mucho por la maldad de sus connacionales en sus días. Dios lo usaba una y otra vez para advertirles que tendrían que hacerse cargo de sus pecados, pero ellos no salían de sus prácticas idolátricas. La autocompasión de Jeremías se expresa en una triste pregunta que todos nos hacemos alguna vez: “¿Por qué tuve que salir del vientre solo para ver problemas y aflicción, y para terminar mis días en vergüenza?” (Jeremías 20:18 NVI). Cuando sufrimos mucho y miramos solo nuestra carga, podemos hacer la misma pregunta que la versión TLA traduce: “¿Por qué tuve que nacer, si vivo sólo para sufrir? Si voy a morir humillado, mejor hubiera nacido muerto”. Generalmente se produce por cansancio y desconsuelo, también por creer que quedamos solos frente al mal o por no sentir la presencia de Dios ni comprender sus planes respecto a nosotros.

Sin embargo, el profeta recibe una sorpresa. Después de medio siglo de deterioro moral y espiritual durante los reinados de Manasés y Amón, asume el trono Josías (640-609 a.C). Con solo ocho años, se atrevió a suprimir los lugares de adoración de los ídolos (2 Crónicas 34:3) quitando todas sus imágenes. Cuando llega a los veinte años, en una reforma del templo, se redescubre la ley de Dios y al leerla, decide emprender otra serie de cambios religiosos y espirituales muy profundos (2 Reyes 23:4-14, 24, 2 Crónicas 34:33). Incluso, se volvió a celebrar la Pascua (2 Crónicas 35:1-19; 2 Reyes 23:21-23). Al mismo tiempo, el imperio Asirio declina y esta situación favorecerá al pueblo de Dios que sufrirá menos presiones políticas y económicas. Indudablemente Dios usó al profeta Jeremías, a pesar de sus momentos malos y de sus quejas por la situación que le tocó vivir. Dios le había prometido: “… Si te arrepientes, yo te restauraré y podrás servirme. Si evitas hablar en vano, y hablas lo que en verdad vale, tú serás mi portavoz. Que ellos se vuelvan hacia ti, pero tú no te vuelvas hacia ellos” (Jeremías 15:19 NVI). Y Dios cumplió a su debido tiempo. Ocasionalmente, el mal puede parecer invadirlo todo, incluso a nosotros mismos. Los creyentes podemos estar rodeados de maldad, pero siempre podemos acudir a Dios para buscar fuerzas nuevas y una resistencia que antes no imaginábamos. Le pasó a Jeremías, a Job, a David, a Cristo mismo y por eso, oró a Dios en el Getsemaní. Pero todos siguieron adelante porque sabían que Dios los podía restaurar, que nunca su conducta y sus dichos serían en vano: muchas veces sembramos y no podemos ver el resultado de esa siembra (tal vez, le toque a otro levantar la cosecha), pero lo importante es perseverar en el camino que Dios nos colocó. Estamos para alumbrar a otros, para que quienes no conocen a Dios lo hagan por nuestras palabras y ejemplos, y no para que nosotros sigamos sus prácticas, si son malas. Por momentos, parecerá imposible la resistencia, pero si tenemos un reavivamiento diario con Dios, tendremos las reformas esperadas. Dios no nos trajo aquí en vano, sino para mostrar su gloria y poder.

                                                                                   

                                                                                                                      Angel Magnífico

16/3/24

¿UN DIOS BUENOS PUEDE LLAMAR A MALOS Y SEGUIR SIENDO JUSTO?


 

Dios tiene atributos: santidad, bondad, justicia, libertad, amor, misericordia y muchos otros que resaltan su excelencia. Es que Dios es bueno y tanto lo es, que no hay nadie igual. El mismo Jesús enseñó: “… Ninguno hay bueno, sino sólo Dios” (Lucas 18:19). Es la verdad más terrorífica de la Biblia porque implica que nosotros no lo somos; no somos capaces de imitar su carácter. En realidad, somos y hacemos lo contrario, “todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Toda la creación demanda nuestra condena; si no la hubiera, se subvertiría toda su armonía y se exaltaría la injusticia. Además, Dios desea que seamos perfectos. Si es justo y perdona al malo sin condenación, ya no sería justo. ¿Cómo un Dios bueno puede llamar a hombres malos y seguir siendo justo? Números 14:18 (NVI) aclara: “El Señor es lento para la ira y grande en amor, perdona la maldad y la rebeldía, pero no tendrá por inocente al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación”. Como al mismo tiempo de ser justo, nos ama, se da cuenta que no podremos ir a Él por mérito propio. Es decir, somos pecadores por nacimiento (desde Adán y Eva, todos SOMOS pecadores; tenemos un pecado heredado) y por opción (elegimos pecar; habríamos decidido lo mismo que Adán y Eva; o sea, todos tenemos pecados cultivados por elección propia). Nuestra naturaleza nos condena, la de Dios nos salva.

Cristo es el puente de unión entre ambas naturalezas: “No solo no conocemos a Dios, excepto a través de Jesucristo; sino que tampoco nos conocemos a nosotros mismos, excepto a través de Jesucristo” (Blaise Pascal). Solo Cristo resuelve la falsa creencia de un Dios enojado y la falsa creencia de un ser humano perfectible por mérito propio. La cruz muestra la solución a este problema: un Dios justo, condena al pecado y salva al pecador. Cristo cumplió la condena que merecíamos cumplir nosotros. Pagó el precio en su totalidad. Dios es justo, y debe condenar al pecado. Y al mismo tiempo, Dios es amor y debe salvar al pecador. Su plan es que tomemos esa solución. Recorrer ese puente que nos lleva a la salvación es nuestro dilema diario. Podremos caer nuevamente, pero nos levantaremos e iremos progresando porque ya no practicaremos el pecado, sino que mejoraremos en la búsqueda hacia la santidad. Además, tenemos un consuelo claro para cuanto fallamos: “… el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6). Y también con la explicación para muchas situaciones que no entendemos: “Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama y azota a todo el que recibe como hijo” (Hebreos 12:5, 6). Cuando nos convertimos en cristianos empezamos un proceso de educación especial que puede necesitar alguna disciplina para pulir mejor nuestro carácter. No obstante, los malos recibirán el castigo merecido porque rechazaron a Dios. Sus hechos no quedarán impunes porque Dios es justo, además de bueno. Todos tendrán las oportunidades necesarias para arrepentirse y entregarse a Dios. Así como la tuvimos quienes los conocemos, la tendrán todos los seres humanos porque Dios nunca se impone por la fuerza, lo aceptamos con total libertad y amor.

                                                                                                   Angel Magnífico

9/3/24

¿CASTIGO O PERFECCIONAMIENTO?


El profeta Jeremías fue llamado por Dios, alrededor del 626/627 a.C. Durante su ministerio trató de persuadir al pueblo de Judá para que se arrepintiera de sus pecados y se volviera definitiva y sinceramente a Dios. Había tres potencias en su época: Asiria, Egipto y Babilonia y cada una quería la supremacía sobre las demás, pero ninguna de ellas tenía a Dios como eje de sus prácticas y creencias, sino todo lo contrario. La única alternativa era buscar a Dios en Judá. Predicó durante cuarenta años un mensaje de reavivamiento y reforma espiritual durante los reinados de Josías, Joacaz, Joacim, Joaquín y Sedequías y, sin embargo, el pueblo siguió siendo infiel. Dios fue abandonado como fuente de agua viva (Jeremías 2:13-19). Se los acusa de lujuria por los dioses extranjeros falsos (2:23, 25). Estaban tan perdidos que negaban sus pecados (2:33-35) e ignoraron las advertencias divinas (3:6-11). Estos les trajo consecuencias desastrosas (4:23-29): se sucedieron invasiones, derrotas, peligros de todo tipo, líderes negativos, crueles engaños y falsa religiosidad. Pero el pueblo siguió siendo testarudo y despreció el mensaje de Dios (7:21-26). Así que el profeta anunció: “… así dice el Señor de los Ejércitos: «Voy a refinarlos, a ponerlos a prueba. ¿Qué más puedo hacer con mi pueblo?... ¿Y no los he de castigar por esto? ¿Acaso no he de vengarme de semejante nación?»” (9:7, 9).

Dios distingue perfectamente entre el metal refinado y su falsificación, entre la verdadera adoración y la falsa, entre la pureza que espera de los suyos y la adoración artificial. Así como ningún orfebre o platero, perdería su tiempo con un metal impuro, Dios tampoco lo haría con alguien que rechaza consciente y voluntariamente todos sus llamados. Él usa el refinamiento y la prueba para mejorarnos, no para destruinos. Nos ve como joyas que necesitan su acabado y terminado final. Seguimos siendo valiosos. “El Señor está tan resuelto a salvar a su pueblo, que utilizará los medios más duros posibles antes que perder a cualquiera de aquellos a quienes ama” (Spurgeon). El refinamiento eliminará defectos y quitará pecados dándonos un carácter santo a partir de la presencia de su Espíritu en nosotros y cuando depositamos fe en su obra redentora. Como lo que Dios refina es valioso, algunas veces, acude al castigo. No se trata de un castigo humano antojadizo, sino uno divino, prudente y necesario; en realidad, es una disciplina amorosa y nuestra alternativa de perfección para el cielo. Este método no solo aparece en boca de Jeremías y en su tiempo. También lo dice Isaías 1:25: “Volveré mi mano contra ti, limpiaré tus escorias con lejía y quitaré todas tus impurezas”; Zacarías 13:9: “… los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro” y 1 Pedro 4:12: “Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito”. Nadie desea pasar por ningún proceso de purificación, pero el propósito de Dios era edificar y disciplinar; no destruir; si purificar. Igual puede suceder con nosotros en ocasiones especiales. Nuestra ventaja es estar del otro lado de la historia y haber visto el amor de Dios, a través de Cristo. Solo necesitamos corresponderle. Él nos sostendrá en las pruebas y nos acompañará en nuestro camino y purificación. El castigo se transformará en perfeccionamiento.

                                                                                                             Angel Magnífico


2/3/24

¿DEBEMOS LLEVAR LAS CARGAS DE NUESTROS HERMANOS?

 



Gálatas 6:2-5 (NVI) parece contradecirse: “Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas y así cumplirán la ley de Cristo. Si alguien cree ser algo, cuando en realidad no es nada, se engaña a sí mismo. Cada cual examine su propia conducta; y si tiene algo de qué presumir, que no se compare con nadie. Que cada uno cargue con su propia responsabilidad”. ¿Debemos llevar nuestra carga o la de los otros? ¿Debemos llevar ambas?

La 1° mención de “cargas”, significa en el original el peso bruto, como las mercaderías de un camión; viene el griego “báros” (peso, carga, cargamento, mercadería). Aquí la carga se refiere a fracasos, tentaciones, pruebas y tribulaciones. O sea, en vez de quedarnos a la distancia y criticar, debemos estar al lado del hermano afligido o angustiado y ayudarle. Es la ley de Cristo: "...cargó en él, el pecado de todos nosotros..."  (Isaías 53:6:).  Enseñó a sus discípulos que se amaran "unos a otros" (Juan 13:34). También que "toda la ley y los profetas" se basaban en el amor a Dios y el amor al prójimo. Si miramos más a Cristo, veremos mejor nuestra culpabilidad y trataremos de honrar su obra, en lugar de determinar el grado de culpabilidad de los demás. Nuestros hermanos son como nosotros: débiles mortales que yerran. Dios usó poderosamente a grandes pecadores arrepentidos. No los dejó sin reprensión, ni los desechó. Cuando se arrepintieron, los perdonó, les reveló su presencia y obró por medio de ellos. ¿Cuáles son algunas de las cargas que llevan nuestros hermanos?: problemas espirituales, familiares, de salud, legales, melancolía, aflicción, etc. Somos embajadores de Dios y colaboradores suyos en ayudar a liberar a los sufrientes ("¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?", dice Isaías 58:6). Incluso se nos advierte que es una seducción peligrosa y un engaño que nos consideremos superiores y juzguemos a los que han caído ante la tentación (Mateo 7:1-5).

Al final del v. 5 dice que cada uno cargue con su propia responsabilidad” y otras versiones dicen llevar nuestra propia carga”. Aquí, “carga” significa: tara, peso propio de la existencia, como el peso propio de la estructura de un camión; viene del griego “fortíon” (peso, carga, algún objeto que se debe cargar). Esta "carga" propia de la existencia, es de tal naturaleza que siempre debe llevarse, no importan las circunstancias. Cada soldado tiene que cargar su propio equipo; es su responsabilidad. Quizá ayude a otros a llevar su carga, pero se le pedirán cuentas por la propia.  Es digno llevar las cargas ajenas junto con la propia, pero no hay ninguna excusa si se descuida la propia.  No debemos imponer cargas a otros, no importa cuánta carga se nos imponga a nosotros. Pablo no insinúa que Dios deja al hombre que lleve solo sus cargas. Jesús se ofrece para ayudar a llevarlas.  Algunos cristianos cometen el error de no compartir sus cargas con Jesús (Mateo 11:28-30). Él sabe que una "carga compartida, es una carga dividida".

El v. 2 nos enseña que debemos ayudar a otros con sus tristezas, sufrimientos y problemas propios de esta vida. Además, en el v. 5 nos enseña que cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas de su propia responsabilidad ante Dios. La buena noticia es que Jesús está dispuesto a ayudarnos a ayudar y a prepararnos con su amor. Su ejemplo de vida es nuestra meta.

 

                                                                                                                     Angel Magnífico

NUESTRO LIBRO A SU ALCANCE



¿Por qué sufrimos? Respuestas para un mal cotidiano”

Acerca del autor

ANGEL MAGNÍFICO

Es Profesor de enseñanza secundaria y especial en Historia y Licenciado en Ciencias Sociales. Actualmente complementa sus veinte años de experiencia docente con la tarea de dirección académica de una importante escuela.

Realizó la conducción y producción de programas radiales, donde se analizaban temas cotidianos desde una perspectiva histórica. Fue productor de libretos multimedia para el aula digital de una reconocida empresa. Dictó diferentes cursos y conferencias referidas a temas de educación, historia y bíblicos. Participó en la publicación de varios artículos y cuentos en revistas, sitios web y libros en colaboración con otros autores.

Ha dado numerosas charlas y conferencias referidas a temas de su especialidad y los relacionados con el sufrimiento humano, analizándolos desde diferentes perspectivas centradas en La Biblia.

Fruto de esas experiencias resulta el ensayo “¿Por qué sufrimos? Respuestas para un mal cotidiano”.


por_que_sufrimos@yahoo.com.ar

@porquesufrimos

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